No todo es comida.

¿Qué tipo de emociones y sentimientos tienes cuando comes?

Si viviera 60 años, ahora podría decir que estoy un poco más allá de la mitad de mi vida. En todos los años que llevo sobre está tierra he visto vegetarianos morir de cáncer y personas que comen de todo que se conservan con una buena salud.

¿Cuál es el problema? ¿Cuál es la razón de que esto suceda?
Encontrar las respuestas a estás preguntas es algo complejo pero gracias al cielo que nunca nos deja sin respuestas  y que siempre manda señales a todos aquellos que quieren VER y ENTENDER.

Cuando empecé una dieta basada en plantas (porque insisto nunca jamás me colocaré una etiqueta de vegetariana, vegana, flexivegetariana, etc) lo hice primeramente por salud. Ésta se encontraba tremendamente afectada y era dejar todas las comidas procesadas o literalmente ir muriendo lentamente cada mañana al despertar.

Para ser honesta, en ese tiempo y en los siguientes 5 años que siguieron fui egoísta, solo pensé en mí, en mi salud, en mi bienestar y si bien eso es importante, esa es justo la raíz del problema y de dónde parte todo. Casi siempre seas carnívoro, omnívoro o herbívoro en lo único que pensamos es en satisfacer nuestro apetito, en el; como así “porque me gusta” y peor aún (lo he visto muy palpablemente en los últimos 10 años), comer de determinada forma por seguir una moda o ser parte de un reto. Si a eso le agregamos las emociones y sentimientos que tenemos al momento de comer un determinado plato o beber una bebida ya ese momento da un giro completamente diferente y es allí el parteaguas de la calidad de vida que tendremos.

Generalmente solemos comer con prisa, casi nunca nos damos tiempo para disfrutar del maravilloso proceso que significa probar un alimento, mucho menos hacemos caso al proceso increíble de la digestión, que empieza en la boca, en esas glándulas salivales… Además de comer con prisa, usualmente también lo hacemos sólo por ansiedad. La ansiedad y el estrés son el pan de cada día de esta “vida moderna” y así es como en muchas ocasiones vamos a la mesa: Ansiosos y estresados. Comer en estás condiciones sólo nos acarreará el exceso y comida de mala calidad.

Tomar tiempo para preparar nuestros alimentos es ahora también un lujo. Y aquí también hay otro extremo. O bien no tomas tiempo para preparar tus alimentos o los preparas de forma tal que lejos de hacerte un bien son super dañinos por la demasiada cocción y la cantidad de especies que se usan.

¿A qué voy con todo lo anterior? A una palabra que es tan fácil decirla pero tan difícil de realizarla. ¡Lee bien, no estoy diciendo imposible de hacer, he dicho; difícil, más nunca imposible, todo se puede si aprendemos a ceder nuestra voluntad a Aquél que todo lo puede. Y esa palabra es: EQUILIBRIO. ¿Cuán difícil es ser equilibrados verdad? ¿Cómo encontrar ese punto medio en dónde no eres mediocre pero tampoco extremista?
Y aquí el secreto, el secreto mejor guardado. Por nuestras propias fuerzas nunca podremos lograr nada. Podemos “comer limpio” pero si en nosotros habita la suciedad, de nada valdrán todas las verduras y frutas orgánicas que puedas comer. ¡Pero claro vale todo al que “come sucio” pero en él habita la pulcritud! Porque comer no debería ser un asunto “sólo de COMIDA”. Comer con el alma, con el espíritu y sobre todo con conciencia es otra cosa. Va mucho más allá de masticar los alimentos. Honestamente también creo que soy el resultado de la creación de una mente maestra y no el producto de la evolución. Es por eso que en mi mente no puede haber espacio para comer apresurada, ansiosa o tratando de seguir una dieta de moda. Ya que soy el resultado de la creación de una mente maestra, mi dieta también lo es. Y más que una dieta es un estilo de vida en dónde no hay restricciones, en dónde yo no puedo hacer nada por mi misma y no como más para complacer mi apetito. Me alimento en amor y por amor a mi cuerpo, que justamente fue creado con mucho amor.