Mi sentir

Recuerdos de un callejón sin salida…

Recuerdos de un callejón sin salida es el titulo de uno de los libros de Banana Yoshimoto que leí el año pasado. Ahora que lo pienso, el año pasado fue el tiempo de Banana Yoshimoto, leí casi toda la colección de libros disponibles en latinoamérica.
Me alegro tanto de haberlos leído, todavía no puedo olvidar muchas frases que memorice del libro: Un viaje llamado vida, simplemente me encantó.
En uno de los párrafos de ese libro ella dice: “Cualquier cosa de este mundo desaparece un día, y se convierte en un lugar inalcanzable por más que nos empeñemos en ir. Por eso, quiero ir acumulando muchos recuerdos en esta vida”.
¡Ahora mismo me alegro tanto de haber acumulado muchos recuerdos en esta vida! Considero que soy una persona bastante optimista, ¡claro que tengo momentos malos! (como todos) pero en general intento sobrellevar el día a día manteniendo una actitud positiva. Creo que la calidad de nuestros pensamientos influyen en nuestra vida, para ser más exactos en nuestro destino; ya lo dijo alguien: Quien puede cambiar sus pensamientos, puede cambiar su destino…
Cuando todo esto empezó (me refiero al tema que vivimos mundialmente) me imaginé obviamente que llegaría a México, a mi país, a mi estado, a  mi ciudad. En el fondo de mi corazón tenía la esperanza que las cosas no fueran tan graves y nunca me imaginé el nivel de manipulación y desinformación que vivimos actualmente. 
En los días que suelo ver por un momento las noticias me sorprenden todos los hechos, todas las cosas que se dicen como verdad y me sorprende y también me asusta la reacción de las personas. ¡Es increíble la manera en como hemos aceptado esta situación, por demás catastrófica!
Voy a soñar y decir lo que sigue en mi ingenuidad, en mi razonamiento de ciudadano y no como un mandatario de algún país; porque está muy claro que si fuera un mandatario de algún país me pasaría lo de Pilato, que se lavó las manos para no perder el cargo que tenía: Yo le hubiese apostado a la economía, hubiese apostado al turismo, hubiese apostado por invertir obligatoriamente en la salud de las personas y que mueran los que tengan que morir. 
Entiendo que  la frase: Que mueran los que tengan que morir… Da para pensar en muchas cosas, da para ponerme en un rincón y literal apedrearme o crucificarme porque es que ¡Oye! ¿Cómo es que no piensas en los demás?
Bueno… Me explico un poco… Sólo un poco y hago uso de este mi espacio y de la libertad de expresión que ahora tengo. Al gobierno y a las instituciones de salud nunca les ha importado la salud de las personas. Esas mismas industrias que permiten cientos de cosas nocivas para la salud ahora resulta que están preocupados por nuestro bienestar; por más que lo pienso es ilógico y absurdo y es un cuento de manipulación. Con todo esto debo también decir que cualquier persona que lea esto está en su derecho de pensar lo contrario; así qué, permitanme también a mí pensar lo que pienso. Creo en la diversidad de pensamientos y de cómo éstos se pueden enriquecer para lograr el bien común y creo que es tan sólo en la libertad; donde realmente podemos elegir y hacer un cambio y lograr el equilibrio.
Me da risa cuando escucho la palabra cuarentena, ¿Qué no es ochentena ya?
Aún cuando dicen que la vida no volverá a ser como era antes, aún cuando se sigan imponiendo nuevas restricciones y las personas lo aceptemos de a poco, creo que podemos encontrar una salida al final de este callejón…
Al igual que las personas del libro que lleva el título de está entrada, creo que somos capaces de superar estos momentos que estamos viviendo ahora y encontrar felicidad en las cosas sencillas de está vida; y que sea justo eso, tan sólo un mal recuerdo…
*La fotografía es de un tiempo feliz en la playa de Puerto Progreso en Mérida, Yucatán.

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